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Nietzsche - Escritos Póstumos

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Mensaje  Invitado Lun 18 Jul 2011 - 0:33

FRIEDRICH NIETZSCHE

EL NIHILISMO

ESCRITOS POSTUMOS - 1887

Editorial Península - Barcelona


(…) El hombre es una multiplicidad de “voluntades de poder”, cada una con una multiplicidad de medios de expresión y formas. Las pretendidas “pasiones” singulares (p.e.: el hombre es cruel) son tan sólo unidades ficticias en la medida que lo que llega a la conciencia como homogéneo desde los diferentes impulsos fundamentales es compuesto conjunta y sintéticamente en un “ser” o “capacidad”, en una pasión. Igual que el “alma” misma es una expresión para todos los fenómenos de la conciencia, pero nosotros la interpretamos como la causa de todos esos fenómenos (¡la autoconciencia es ficticia!)

El “yo” (¡que no es idéntico a la dirección unitaria de nuestro ser!) es tan sólo una síntesis conceptual. Por tanto no existe ninguna acción por “egoísmo”.

¡Pertenecemos al carácter del mundo, sin ninguna duda! ¡No tenemos ningún acceso a él sino a través de nosotros, todo lo elevado o bajo en nosotros tiene que ser comprendido como necesariamente perteneciente a su ser!

Las palabras permanecen: ¡Los hombres creen que sucede lo mismo con los conceptos designados!

El carácter interpretativo de todo acontecer. No hay ningún suceso en sí. Lo que acontece es un grupo de fenómenos seleccionados y resumidos por un ser interpretador.

El pesimismo moderno es una expresión de la inutilidad del mundo moderno, no del mundo y de la existencia.

Interpretación, NO explicación. No hay ningún estado de hecho, todo es fluido, inaprensible, huidizo, lo más duradero son nuestras opiniones. Proyectar sentido en la mayoría de los casos: una nueva interpretación sobre una vieja interpretación devenida incomprensible, pero que ahora es tan sólo un signo.

¿Qué es lo que únicamente puede ser el conocimiento? Interpretación, no explicación.
Ilusión de que algo sería conocido al tener una fórmula matemática para el acontecer: tan sólo está designado, descrito, ¡nada más!

Ironía frente a aquellos que creen que el cristianismo ha sido superado por las modernas ciencias de la naturaleza. Los juicios de valor cristianos no han sido en absoluto superados por ellas.

Todos los ideales son peligrosos porque rebajan y estigmatizan lo real, todos son venenos, pero imprescindibles como remedio provisional.

En Platón, como en un hombr4e de sensualidad e imaginación exacerbadas, la fascinación del concepto se hizo tan grande que involuntariamente veneró y divinizó el concepto como una forma ideal. Ebriedad de la dialéctica, como la conciencia de ejercer con ella un dominio sobre sí—como instrumento de la voluntad de poder.

Impregna mis escritos que el valor del mundo reside en nuestra interpretación; que las interpretaciones tradicionales son perspectivistas, gracias a las cuales podemos mantenernos con vida, es decir, con voluntad de poder, de crecimiento del poder; que toda elevación del hombre comporta la superación de interpretaciones más limitadas, toda extensión de poder abre nuevas perspectivas y significa creer en nuevos horizontes. El mundo que nos es un poco tolerable es falos, es decir: no es ningún hecho, sino una invención poética y el redondeo a partir de una pequeña suma de observaciones; está “en flujo”, como algo en devenir, como una falsedad siempre perpetuamente removida y que nunca se acerca a la verdad, pues no hay “verdad” alguna.

¿Qué es verdad? Inercia, la hipótesis de donde brota el contentamiento, el menor consumo de fuerza espiritual…

Periclita la oposición entre el mundo que veneramos y el mundo que vivimos, que somos. Solamente falta eliminar, ya sea nuestras veneraciones, ya sea a nosotros mismos. Lo ultimo es el nihilismo…..

La disociación entre “acción” y “agente”, entre lo que acontece y algo que hace acontecer, entre el proceso y algo que no es proceso sino que es duradero, substancia, cosa, cuerpo, alma, etc.; la tentativa de comprender el acontecer como una especie de desviación y permutación del “ente”, de lo perdurable; esta vieja mitología ha fijado la creencia en “causa y efecto” después que hubo encontrado una forma fija en las funciones gramaticales del lenguaje.

Brevemente, también la esencia de una cosa es tan solo una opinión sobre la “cosa”. O mas bien: el “eso vale” es el autentico “eso es”, el único “eso es”.

No debemos preguntarnos: ¿quién interpreta?, al contrario, el interpretar mismo, como una forma de la voluntad de poder, tiene existencia (pero no como un “ser”, sino como un proceso, un devenir) como una afección.

Profunda repugnancia a reposar de una vez por todas en cualquier visión del mundo, hechizo de la manera de pensar contrapuesta; no dejarse robar el aliciente de lo que tiene el carácter de lo enigmático.

Historia psicológica del concepto “sujeto”. El cuerpo la cosa, el “todo” construido por el ojo, inspira la distinción entre un hacer y un hacedor; el hacedor, la causa del hacer, concebido cada vez mas sutilmente, finalmente ha dejado un resto: el “sujeto”.
Mi mayor principio: no hay fenómenos morales, sino solamente una interpretación moral de estos fenómenos. Esa interpretación misma es de origen extramoral.

No se encuentra en las cosas nada mas que lo que uno mismo ha introducido en ellas: ¿a este juego infantil del que no deseo pensar mal se le llama ciencia? Muy al contrario, continuemos con ambas actividades; necesitamos buen coraje para ambas, ¡los unos para reencontrar, los otros =nosotros otros= para introducir! El reencontrar se llama ciencia, el introducir: arte, religión, amor, orgullo….

¿Cuánto valen en si mismas nuestras valoraciones y nuestras tablas de bienes morales? ¿Qué resulta de su dominio? ¿Para quién? ¿En relación a que? Respuesta: para la vida. Pero ¿Qué es la vida? Aquí se impone la necesidad de una nueva versión mas determinada del concepto “vida”. Mi formula reza: vida es voluntad de poder.

¿Qué significa la valoración misma? Es un síntoma de determinados estados fisiológicos, así como de un determinado nivel espiritual de juicios dominantes. ¿Quién interpreta? Nuestras afecciones.

Nuestra mala costumbre de tomar un signo mnemotécnico, una formula de abreviación, como esencia y, finalmente, como causa; p.e.: decir del rayo que “ilumina”. O incluso la palabrita “yo”. Poner nuevamente un tipo de perspectiva en la visión como causa de la visiona misma. Tal fue el juego de manos en la invención del “sujeto”, del “yo”.

Ponemos la palabra Llay donde comienza nuestra ignorancia, donde no podemos ver mas allá: la palabra yo, la palabra hacer, la palabra sufrir, estas son suizas las líneas del horizonte de nuestros conocimiento, pero no “verdades”.

Dejamos de pensar si no queremos hacerlo en la coacción del lenguaje. El pensar racional es un interpretar según un esquema que no podemos rechazar.

El pueblo exige de los filósofos que no mientan, pues cree que solo los veraces reconocen la verdad.

Moral como ilusión de la especie para impulsar al individuo a sacrificarse por el futuro…

No se deben inventar personajes imaginarios ni decir p.e.: “la naturaleza es cruel”. Precisamente ver que no existe ningún ser central de la responsabilidad, alivia.

¡No buscar el sentido de las cosas sino introducírselo!

Mi opinión: todas las fuerzas e impulsos que permiten la vida y el crecimiento caen bajo el anatema de la moral: moral como instinto de negación de la vida. Se tiene que destruir la moral para liberar la vida.

La vida no es adaptación de las condiciones internas a las externas, sino voluntad de poder que desde dentro siempre de nuevo se somete e introduce en lo “exterior”.

La cuestión de los valores es más fundamental que la cuestión de la certeza: esta última tan sólo adquiere seriedad bajo la presuposición de que haya sido satisfecha la cuestión del valor.

Imprimir al devenir el carácter del ser es la suprema voluntad de poder.
Que todo vuelve, es la más radical aproximación de un mundo del devenir al del ser.

Todo el idealismo de la humanidad tradicional esta a punto de transformarse bruscamente en nihilismo- en la creencia en la absoluta falta de valor, es decir falta de sentido…

La calculabilidad del mundo, la expresabilidad de todo acontecer en fórmulas ¿es realmente un comprender? ¿Qué se habría propiamente comprendidote una música si hubiésemos calculado todo lo que en ella hay de calculable y que pudiera ser abreviado en fórmulas? Puesto que las “causas constantes”, las cosas, las sustancias, algo “incondicionado” son por consiguiente inventados, ¿qué hemos alcanzado?

Contra el positivismo que se reduce al fenómeno “sólo hay hechos”, diría yo: no, precisamente no hay hechos, solamente interpretaciones. No podemos constatar ningún factum “en sí”: quizás es un sinsentido querer algo así. “Todo es subjetivo” decís, pero eso mismo es ya interpretación; el “sujeto”no es nada dado, sino algo fingido-por-añadidura, introducido-por-detrás. ¿Definitivamente es necesario poner al intérprete detrás de la interpretación? Esos es poesía, hipótesis.
El mundo es cognoscible exactamente en la medida que tiene sentido la palabra “conocimiento”, pero es interpretable de otra manera; no tiene detrás de sí ningún sentido, sino incontables sentidos, “perspectivismo”.
Son nuestras necesidades las que interpretan el mundo: nuestros impulsos (antrieb), su a favor y su en contra. Cada impulso es un tipo de dominación, cada uno tiene su perspectiva que querría imponer como norma a todos los restantes impulsos.

Sólo los menos ven claramente que el punto de vista de la deseabilidad (todo “así debería ser, pero no lo es” o bien “así debería haber sido”) implica en sí mismo una condena de la marcha global de las cosas. Pues en ella no hay nada aislado: lo más pequeño soporta el todo; sobre tu pequeña injusticia reposa el gran edificio del futuro; la totalidad es condenada conjuntamente con cada crítica respecto a lo minúsculo.
Me parece importante desembarazarse del todo, de la unidad, de cualquier fuerza-una y absoluto; pues no podríamos menos que tomarlo como instancia suprema y bautizarlo Dios. Se tiene que volar en pedazos el todo; desaprender el respeto por el todo; lo que hemos otorgado a lo desconocido y al todo, hay que recuperarlo para lo más cercano, para lo nuestro.

Toda determinación de valor puramente moral (como por ejemplo la budista) acaba en nihilismo:¡es lo esperable para Europa! Se cree poder escapar con un moralismo sin trasfondo religioso: ahora bien, con ello el camino conduce necesariamente al nihilismo. En la religión falta la obligación de considerarnos como determinadores de valor.

1. EL NIHILISMO, un estado normal.
Nihilismo: falta el fin, falta la respuesta al ¿por qué?
¿Qué significa el nihilismo?: que los valores supremos se desvalorizan.
También es equívoco:
A. Nihilismo como signo del creciente poder del espíritu: como nihilismo activo. Puede ser un signo de fuerza: la fuerza del espíritu puede haberse incrementado hasta que le sean inapropiadas las metas tradicionales (“convicciones”, “artículos de fe”, etc”.)
Alcanza su maximun de fuerza relativa como violenta fuerza de destrucción: como nihilismo activo. Su contrario sería el fatigado nihilismo que ya nunca más acomete (su forma más famosa es el Budismo): como nihilismo pasivo.
El nihilismo representa un patológico estado intermedio (patológica es la enorme generalización, la conclusión de una total ausencia de sentido): ya sea porque las fuerzas productivas no son aún suficientemente pujantes; ya sea porque la decadencia persiste y todavía no han sido encontrados sus remedios.

B. Nihilismo como ocaso y retroceso del poder del espíritu: el nihilismo pasivo. Como un signo de debilidad: la fuerza del espíritu puede fatigarse y agotarse de manera que los fines y valores tradicionales le sean inapropiados y ya no encuentren creencia alguna.
Se disuelve la síntesis de valores y fines (sobre la que se basa toda cultura fuerte), de manera que se hacen la guerra los diferentes valores: descomposición.
Todo lo que reconforta, cura, tranquiliza y anestesia, pasa a un primer plano, bajo diversos disfraces: religiosos, morales, políticos, estéticos, etc.

2. PRESUPUESTO DE ESTA HIPÓTESIS:
No hay ninguna verdad, no hay ninguna estructura absoluta de las cosas, ninguna “cosa en sí”.
Esto mismo es un nihilismo y ciertamente el más extremo. Basa el valor de las cosas precisamente en que a ese valor no le corresponde ni les correspondió ninguna realidad, sino que es sólo un síntoma de fuerza por parte de los instauradores de valor, una simplificación para la finalidad de la vida.




En las valoraciones se expresan condiciones de conservación y crecimiento. Todos nuestros órganos de conocimiento y sentidos han sido desarrollados tan sólo en relación a condiciones de conservación y crecimiento.
La confianza en la razón y sus categorías, en la dialéctica, y por tanto la valoración de la lógica, prueban tan sólo su utilidad para la vida (demostrada mediante la experiencia), no su verdad.
Tiene que haber una multitud de creencias que permitan juzgar, eliminar la duda en relación con todos los valores esenciales.
Ésa es la condición previa de todo lo viviente y de su vida. Por tanto es necesario que algo tenga que ser considerado verdadero, no que algo sea verdadero. “El mundo verdadero y el aparente”, esta antinomia es remitida por mí a relaciones de valor. Hemos proyectado nuestras condiciones de conservación como predicados del ser en general.
El tener que estar firmes en nuestra creencia para prosperar nos ha hecho concluir que el mundo “verdadero” no está en mutación ni en devenir sino que es un ente.
Los valores y su cambio están en relación con el aumento de poder de quien instituye valor. La medida de incredulidad en la tolerada “libertad de espíritu” como expresión de aumento de poder.”Nihilismo” como ideal de la suprema potencia del espíritu, de la opulentísima vida: en parte destructor, en parte irónico.
La medida de la fuerza estriba en el grado en que nos podemos reconocer en la apariencia, en la necesidad de la mentira, sin hundirnos.

Distinguir entre verdadero y falso, distinguir en general entre hechos es básicamente diferente del acto creador de poner, formar, estructurar, dominar, querer, como corresponde a la esencia de la filosofía. Introducir un sentido, tal es la tares que todavía y absolutamente permanece sin cumplir, dando por supuesto que allí no reside ningún sentido.

“Voluntad de verdad” es esencialmente arte de la interpretación, lo cual supone siempre fuerza de interpretación.





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